Hoy en día hay mucha libertad de expresión. Podemos burlarnos de la casa real, de la iglesia, etc. pero hay unas cosas que aún no se pueden hacer y creo que lo que voy a hacer en este post justamente va a ser una de ellas…
Un antiguo compañero de trabajo, traductor, se murió cuando apenas estaba empezando su quimioterapia… “Alergia” dijeron los médicos.
Quien tiene la responsabilidad? Nadie. La alergia… y ya está.
Ahora viene mi pregunta iconoclasta:
¿Qué pasa cuando un tratamiento no funciona: cuando el paciente acaba peor que estaba al principio?
Bueno, en el caso de mi ex compañero, desde luego acabó peor que estaba, ya que murió.
Sé que siempre se puede justificar todo pero a mí algo me chirría. (Supongo que no tengo bastante fe en el sistema. O al menos no tengo fe ciega.)
Por ejemplo, conozco a una chica ansiosa que lleva 17 años tomándose pastillas y cuando la veo no tengo la impresión de que está muy bien.
Sé que me dirán: “Sin los medicamentos estaría peor.” Como decía: “Siempre se puede justificar todo.”
Según mi opinión, está chica no está mejor con sus pastillas… según mi opinión le pasa lo que les pasa a los drogadictos: necesita su dosis cotidiana, no para estar mejor sino para vivir, simplemente.
Otro caso: mi madre, que desde los 40 años – ahora tiene 76 – está tomándose ansiolíticos… tampoco está muy bien. Diría incluso que está bastante mal.
Parece tener Alzheimer. No tiene pero es como sí: ya no razona y apenas recuerda. Está como groggy todo el día.
No sé si hay estudios sobre las consecuencias cognitivas de tratamientos ansiolíticos a largo plazo (exactamente 36 años) pero personalmente y basándome en la experiencia de mi progenitora, diría que te transforman en zombi.
Por cierto, ¿pensarás que mi padre o incluso yo tendríamos que haberla controlado, haberle limitado el acceso a los medicamentos? Pues primero no es fácil, como dice mi padre: “No se deja.” Pero de todas formas, considero que una persona tiene el derecho a vivir con drogas, aunque no es bueno para ella.
La medicina tradicional responde a nuestro deseo de comodidad.
Ahora bien, muchas veces tiene efectos secundarios indeseados. ¿Lo reconocemos o lo negamos?
Yo prefiero ser consciente. No quiero acabar como la chica de la que hablaba, ni por supuesto como mi madre.
De todas formas, si las cosas no salen bien, tendré que asumirlo yo, porque todo el mundo se lavará las manos… ¿entonces? Entonces en la medida de lo posible, prefiero caminos más naturales, como la naturopatía o la psicología.
LOS ERRORES MÉDICOS EN ESPAÑA
Dentro de los fracasos de la medicina, evidentemente, están los errores médicos.
Curiosamente, en nuestro país, no se investiga la cuestión. No hay ningún Observatorio de los Errores Médicos por ejemplo. Ni siquiera hay estadísticas.
No parece representar un problema. Parece ser un tributo que hay que pagar. Igual que en el caso de los accidentes de carretera.
En realidad, para hacerse una idea de la amplitud del problema, hay que recurrir a los datos que da el presidente de una asociación americana, Joe Kiani.
Según él, el número de errores médicos en España sería similar al de la mayoría de los países occidentales. Concretamente, calcula que entre 25.000 y 35.000 españoles morirían cada año por errores médicos. «Eso implica, afirma en una entrevista, que alrededor de 600.000 españoles sufren algún tipo de daño por la equivocación de un profesional sanitario, ya que el número de afectados tiende a ser 20 veces superior al de los muertos«.
En cuánto a los efectos secundarios de los psicofármacos, tampoco hay información disponible. No se puede saber cuántas personas, por ejemplo, se suicidan por culpa de un tratamiento antidepresivo. Menos aún, cuántas empeoran tras el tratamiento.
Tampoco, claro, se puede saber cuántas personas reciben un tratamiento psiquiatrico sin necesitarlo. (Eso también entraría en los errores médicos.)