La infelicidad es un estado emocional que experimentamos cuando sentimos que nuestras expectativas, deseos o necesidades no se cumplen. Es una sensación de insatisfacción, frustración o vacío que nos impide disfrutar plenamente de la vida.
Ahora bien, ¿puede ser una elección? ¿Un modo de vida?
La verdad es que sí. A veces puede ser una elección. Una elección inconsciente, pero una elección a pesar de todo.
Digamos que ciertas personas eligen la infelicidad como forma de afrontar las dificultades de la vida.
Para ellas, se trata de una estrategia adaptativa.
Concretamente, utilizan su desgracia para obtener beneficios. De quienes les rodean, principalmente.
Por ejemplo, quejándose constantemente, consiguen llamar la atención, generando lástima y evitando así responsabilidades.
Acabo de decir que ciertas personas utilizan su desgracia para conseguir beneficios de quienes los rodean, es verdad, pero no sólo de quienes los rodean, del Estado también.
Exponiendo su desgracia, obtienen ayudas sociales o ventajas de todo tipo.

No les interesa hacerse cargo de su vida. Prefieren depender.
Evidentemente, esta forma de actuar perjudicará su bienestar psicológico y físico.
La infelicidad crónica afectará negativamente su autoestima, su salud, sus relaciones y su rendimiento.
Además, la infelicidad suele ser contagiosa y perturbará también a las personas que los rodean.
Según un estudio de la Universidad de Harvard, la felicidad o la infelicidad de una persona influye en la de sus amigos, familiares y vecinos.
¿Por qué algunas personas eligen ser infelices?
Una posible explicación es que la infelicidad sea una forma de adaptación a un entorno hostil o desfavorable.
Algunas personas aprenden desde pequeñas que la vida es dura, injusta y dolorosa, y que no vale la pena esforzarse o ilusionarse. Estas personas desarrollan una visión pesimista y fatalista de la realidad, que les impide ver las oportunidades, los recursos y las soluciones que existen.
Así, la infelicidad se convierte para ellos en una manera de protegerse de la decepción, el fracaso o el rechazo.
Otra posible explicación es que la infelicidad sea una forma de expresión o comunicación de un malestar interno. Algunas personas no saben cómo gestionar sus emociones, pensamientos o conflictos de forma saludable, y recurren a la infelicidad como una forma de manifestar su sufrimiento.
Estas personas esperan entonces que los demás se den cuenta de su estado y les ofrezcan ayuda, comprensión o afecto.
Desafortunadamente, esta estrategia suele tener el efecto contrario, ya que la infelicidad suele generar rechazo, indiferencia o cansancio en los demás.
Un dato curioso
A pesar de que la infelicidad es un problema que se puede tratar, casi la mitad de las personas que están mal psicológicamente no buscan ayuda profesional.

Se resignan a su situación y se conforman con lo que tienen. Si les preguntas por qué no hacen nada, te responden que su infelicidad es inevitable.
No es fácil tratar a personas que se instalan en el malestar. No basta con explicarles que su comportamiento es irracional.
Ya evoqué el tema en mi artículo: “¿Quieres ayuda… o no?«
En todo caso, quiero transmitir un mensaje a esas personas que se sienten infelices de forma crónica: piensen lo que piensen, hay otra manera de vivir.
La infelicidad no es una solución, sino un problema que hay que afrontar y resolver.
(En realidad, la infelicidad resuelve tantos problemas como el alcoholismo o la drogadicción. Es decir: ninguno.)
La infelicidad no siempre es una fatalidad (genética, social, etc.), a veces es una opción que escogemos y que podemos rechazar.
¡OJO!:
En ningún momento estoy diciendo en este artículo que si estás mal – infeliz digamos – es tu elección. En ningún momento digo que tú amas la infelicidad. Insisto.
Soy muy consciente del hecho de que la felicidad NO siempre depende de nosotros. No siempre es una elección. Ni consciente, ni inconsciente.
Muchas veces nos caen problemas que no podemos resolver ni gestionar.
Muchas veces somos infelices porque estamos en un contexto político, ideológico, social, profesional, etc. que no nos permite encontrar el equilibrio. O con personas toxicas que nos manipulan.
Soy psicólogo, hace 15 años – antes de orientarme hacia la ansiedad – estaba especializado en relaciones de pareja… sin embargo no pude lidiar con mi ex esposa, no pude salvar mi matrimonio.
En una pareja somos dos.
No todo depende de la manera de pensar y de ser de uno.
En realidad, en este artículo, sólo me refiero a algunas personas que sí escogen la infelicidad como estilo de vida, hasta tal punto que se enamoran de ella.
