EL ESTRÉS DEL TRABAJADOR INVISIBLE

Hace unos días escuché en la radio a un hombre de 54 años que se dedicaba a mantener su casa mientras su mujer trabajaba. Llevaba varios años en el paro y había llegado a un acuerdo con su mujer: ella ganaba el dinero y él limpiaba, cocinaba, etc.

La verdad es que el testimonio me emocionó. Después de describir su situación, el hombre se puso a llorar, explicando que tenía la sensación de que nadie valoraba su trabajo aunque, insistía, era trabajo.

Me hizo pensar que hay un tipo de estrés del que no se habla mucho: el estrés de los que no desempeñan ninguna actividad social.

Cuando hablamos de estrés, siempre pensamos en el ejecutivo que se mueve por en medio de la vorágine, sin embargo no es así. Hay un estrés – menos conocido – que toca a los que aparentemente llevan una vida tranquila.

El estrés del ama de casa puede afectar a los estudiantes.
Si estudias y nunca apruebas, podrás padecer «el estrés del
ama de casa».

En realidad, este estrés ya se ha estudiado y tiene nombre: se llama justamente: “Estrés del ama de casa” porque, evidentemente, afecta a las personas que cuidan a los suyos, generalmente mujeres aunque hay cada vez más hombres, como él del que hablaba antes…

Dicho esto, no nos dejemos engañar por el nombre llegando a creer que solo afecta a personas que se ocupan de su hogar, no, también afecta a mucha gente que se centra en labores nada domesticas.

Por eso, según mi opinión, más que “Estrés del ama de casa”, sería conveniente hablar de “Estrés del trabajador invisible”.

¿De dónde viene?

Según varios investigadores (Smet, Visser, Oort, Schaufeli, y de Haes, 2004), este tipo de estrés provendría de la falta de equidad entre esfuerzos y resultados.

Concretamente, y por si no ha quedado claro, de la desproporción entre un trabajo y su valoración material u emocional. Los seres humanos, cuando nos esforzamos, necesitamos recibir algo a cambio, algo proporcional al “sudor derramado” digamos.

Supongo que os suena… Podría citar numerosos ejemplos. Abundan en la vida cotidiana: uno estudia y nunca aprueba, uno manda curriculums y nadie le responde, uno se esfuerza para tener sus finanzas en equilibrio y nunca lo consigue.

¿Soluciones?

El estrés del trabajador invisible no es algo baladí. Algunos dicen incluso que es peor que el estrés del yuppie.

En todo caso, genera, ¡cómo no!, una serie de trastornos físicos y psíquicos que van desde la migraña hasta la depresión, pasando por la inapetencia sexual, los trastornos obsesivo compulsivos y el alcoholismo.

Los síntomas básicos que caracterizaran siempre el síndrome son la fatiga mental con su disminución de la capacidad de concentración, ánimo deprimido, falta de ilusión y ansiedad o angustia.

Como hemos dicho, el estrés del ama de casa es algo complejo. De hecho, se habla de síndrome es decir de un conjunto de síntomas. Por lo tanto, no basta con tomar una o dos decisiones para salir del problema.

Ojala fuera tan fácil como: “¿Estoy estresada/o? ¡Me apunto a un taller de pintura o colaboro como voluntaria/o en una ONG!”

No digo que sean soluciones malas o inútiles, no, en absoluto, sólo pienso que no serán suficientes.

Francamente, creo que el estrés del trabajador invisible se cura sobre todo interviniendo en la estructura del problema.

Una de las preguntas que podría ser el punto central de la reflexión – a solas o con un profesional – tendría que ser la siguiente: ¿Dónde me valoran cuando hago algo?




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