¡La mente humana es sorprendente!
Conozco a muchas personas que piden ayuda pero… no la quieren. «Dicen» que la quieren pero nada, son sólo palabras.
Un primo mío por ejemplo no tiene otro tema de conversación que sus problemas. Está fatal, no puede seguir así, todo va acabar mal… sin embargo, no hace absolutamente nada para mejorar, peor… si alguien le tiende la mano, la rechaza.
Una conocida mía difunde mensajes tristes en Facebook, tiene muchos problemas con su hijo, su nuera, sus padres… pero le pasa lo mismo: no quiere ayuda.
Seguro que conoces también a gente así: hacen de su malestar su razón de vivir. Es suyo y nadie se lo quitará.
No se lo digas, claro, no lo reconocerán: tendrán diez mil motivos, excusas, explicaciones para no hacer nada: “Los psicólogos no sirven, los psiquiatras están todos locos, no me gusta contar mi vida a un desconocido…”
Evidentemente, si no hacen ningún gesto, si no toman ninguna iniciativa para cambiar, es que tienen ganancias secundarias.
– se sienten el centro, por ejemplo (son victimas, todo el mundo compadece con ellos)
– llaman la atención,
– se sienten valientes incluso. («Yo me enfrento solo a los problemas»)
– O simplemente: disfrutan haciéndose daño.
Ahí está el quid de la cuestión: su comportamiento les beneficia en algo.
Hace poco preguntaba a una amiga que tampoco quiere terapia, qué le aportaban sus momentos de depresión. Me contestó, con una lucidez asombrosa: «Libertad. Cuando me siento baja de animo, tengo un motivo para no hacer nada, para ir a pasear, a tomar el sol, etc.»
Dicho esto, hay muchas formas de quedarse en el estatus quo: como decía al principio: la mente es sorprendente.
Uno puede luchar y sin embargo estar en esta categoría de personas que no quieren cambiar…
Por ejemplo conozco a un hombre que se esfuerza pero cada vez que se acerca al “santuario”, da la vuelta y se va. No quiere encontrar la solución!! Va de psicólogo en psicólogo, de psiquiatra en psiquiatra… y así sin parar.
He reflexionado mucho sobre esa gente y he llegado a una conclusión: si no quieren estar bien, es su derecho. Igual que si uno quiere fumar, beber, drogarse, etc. ¡Hasta suicidarse!
Entonces ¿qué hay que hacer cuando te encuentras con una persona que no quiere salir de su malestar – aunque te jura que sí – ?
Yo creo que hay que imaginarla feliz. No es lógico, lo sé, pensamos que todos buscamos lo mismo: la paz, la armonía, etc. Pues no. Este es el error.
De hecho, estuve hablando con mi primo hace poco y el mismo me lo confirmó: después de contarme sus eternos problemas, viendo que no intentaba resolvérselos, se exclamó: “Ya lo sé, Luc, hace muchos años me dijiste: “A ti, Philippe, te gusta hacerte daño.”
Ni me acordaba de que le había dicho esto, pero él sí, porque justamente, con esta frase, había dado en la diana.
En todo caso, eso es: hay gente que disfruta haciéndose daño. Están felices en la infelicidad… (por contradictorio que nos parezca). Y tenemos que descentrarnos, ver las cosas desde su punto de vista y… ¡admitir su elección!
Si lo tuyo es vivir por en medio de la tormenta (de manera permanente o intermitente), que sepas que lo acepto.